¡Estamos en crisis!

Publicado por Nando | 14:20 | | 8 comentarios »

Sé que últimamente apenas actualizo, pero lo cierto es que está empezando a costarme lo suyo encontrar inventos cutres pero a su vez lo suficientemente decentes como para aparecer aquí. Sumado a que ya he empezado las clases y de lunes a jueves lo tengo chungo, no sé cómo acabará la cosa. El caso es que me sigue apeteciendo escribir, así que estoy recopilando y reescribiendo algunos relatos que tenía por aquí abandonados; no descarto la idea de abrir un blog paralelo en el que compartirlos con vosotros.

Esto no es un adiós, ni mucho menos. Es un "paciencia", estamos trabajando en ello.

Ehr... lo cierto es que me da bastante vergüenza decirlo, pero hace un rato he ido a por Juanra (que estaba reposando tranquilamente en un cajón desde las 5 de la tarde) y... bueno, digamos que su estado de salud era mejorable. Mientras intentaba aplicarle curas y limpiarle las mierdas (tenía un total de cinco en pantalla, de Juanra sólo se veía la mitad del cuerpo porque si no no había hueco para los zurullos) ha emitido un pitidito a forma de queja y, temiendo lo peor, le he llevado a urgencias. Tras unos tensos minutos esperando, el doctor ha salido de la sala y en un acceso de ira ha lanzado los guantes al suelo. Su mirada me lo ha dicho todo.

-Ha... ha dejado de pitar.
-Pe... pero... ¡eso es imposible! ¡¿Ha probado a jugar con él al juego de recoger notas musicales?!
-Hemos hecho lo posible. Lo lamento.
-¡¡NO, MALDITA SEA!! -se lanza contra el cristal a través del cual ve a Juanra cubierto desde la antena hasta la pila con un kleenex- ¡¡JUANRAAAAAAAA!!

El marrón ahora son los servicios sociales, que ya están llamando a mi puerta con una orden de registro para confiscarme cualquier mascota o pila de botón que tenga en casa. Los orejones de mi pobre conejo tiemblan, pero estate tranquilo, Spielberg. Saldremos de esta. Ya lo verás.


PD: ¡me complace anunciar que Tanais ha ganado la porra por aproximación!

Bueno, un poco tarde pero comienzo con el experimento.

Esta mañana he insertado la pila al Tamagotchi y tras unos pocos pitiditos de bienvenida y una breve configuración he obtenido mi huevo. Unos minutos más tarde salía de él Juanra, una bola blanca y saltarina compuesta por poco más de diez píxeles.

Tras darle su primera comida (en realidad han sido siete primeras comidas, dado que el medidor de hambre seguía alto cuando ya iba por el tercer plato) y jugar con él a recoger con una taza notas musicales que caen del cielo (ah, qué tiempos aquellos en que los niños aún salíamos a los parques a jugar a recoger notas musicales voladoras) se ha puesto a dormir, y... bueno, y nada, ahí está. Ha cagado y se lo he limpiado. Y creo que eso es todo. Me ha salido paradito, el chico.

Hay muchas más funciones que aún no he descubierto; en otro momento hurgaré un poquito a ver qué encuentro. Por lo que he podido deducir, se trata de la versión 3 de la saga Tamagotchi (como el de la foto). Y a mí que la primera ya me parecía complicada.

Esta tarde he pasado por delante de unos chinos, y uno de los artículos que se exponían en su escaparate me ha llamado poderosamente la atención. Se trata de una rueda de hámster que se conecta al puerto USB de tu ordenador y que gira conforme tecleas; al parecer, más pulsaciones por minuto hacen al bichillo aumentar su velocidad.





Lo cierto es que no le veo ningún tipo de utilidad ni de gracia, si lo compré fue en un impulso consumista que se apoderó de mi cartera tan pronto como la encargada me dijo que costaba 4'95€. En fin, he pensado conectarlo y ver qué tal va para poder hacerle una review.

Uhm... bien, ya está conectado. Lo cierto es que resulta de lo más estúpido ver a esta alimaña correr emitiendo un más que artificial ruido de engranajes forzados cual si de un camión de tres toneladas marcha atrás en pendiente ascendente se tratase. Menuda mierda, cinco euros a la basura. Odio esto, siempre me pasa igual, y sin trabajo estoy como para ir tirando el dinero. Que estoy ya hasta los cojones de ir a las tiendas con billetes del Monopoly maquillaos, leche. ¡Pero qué asco de sociedad consumista! ¡Y ahora que si la crisis, que todo sube menos los sueldos! ¡¡Pero qué basura de existencia!! ¡¿Y tú que miras, maldita rata mecánica?!

¡¡CORRE, MAMÓN, CORRE!! 1243123ADAS DADASF ADAHFHADFGAJKY IAAAAAAAAAAAAA


Moraleja: todo en este mundo, por estúpido que parezca, tiene su utilidad. Nando acaba de encontrarle un sustituto ideal a su pelota antiestrés.

Cualquier amante del cine americano sabe que todo presidente de Estados Unidos tiene un espacioso despacho con un gran ventanal, bajo el cual se sitúa el escritorio -flanqueado por dos banderas de barras y estrellas- que esconde en algún sitio un cajón secreto que, a su vez oculta el famoso Botón Rojo. Sí, hombre, ese Botón Rojo con una pegatina amarilla y negra en la que dice "DANGER", protegido por una carcasita de plástico duro que sólo se abre si se insertan tres llaves a la vez.

El caso es que el botoncito este lanza un racimo de unos cuantos cientos de misiles nucleares que se dirigen a las capitales y ciudades más importantes de cada nación para destruirlas y tal. Lo normal, vaya, algo que todo presidente debería tener a mano por si acaso. Ahora cobra sentido lo de la etiqueta de "DANGER". Y tan danger, oiga.

¿Y cuántas veces, frente a la pantalla del ordenador, habéis pensado lo genial que resultaría destruir el mundo en apenas unos segundos? ¿Qué...? Oh, vaya. Bueno, para seros sincero, yo tampoco lo he pensado nunca. Pero oye, una vez visto el aparatito a uno le entra el gusanillo... no sé, ¿será verdad lo de que sólo las cucarachas y Epi y Blas sobrevivirán a una hecatombe nuclear?

Bueno, ahora podemos comprobarlo. El Armageddon USB hub es un gadget que se alimenta por la toma USB de tu ordenador. Además, incluye un concentrador con cuatro puertos adicionales, por si quieres cargar tu iPod antes de mandar el mundo al carajo. Si es que está todo pensado.


La fauna que uno puede encontrar observando detenidamente una avenida concurrida es diversa. Distinguiremos dos grupos: la fauna de a pie y la fauna motorizada. Entre los primeros siempre encontraremos algún ejemplar de abuela kamikaze intentando cruzar la calle cuando se acerca el único tráiler de 18 ruedas que ha visto esa ciudad en su historia. Si hay alguna obra cerca, con toda seguridad una manada de abuelos "enmistiempos" acecharán a los trabajadores, hablando por lo bajini y rajando a lo grande; el macho alfa comentará que "en mis tiempos cargábamos vigas de aleación de titanio al hombro y sólo descansábamos en años bisiestos" y el resto de la manada asentirá con cara de indignación. No, no: de profunda indignación.

Si tenemos suerte, veremos al guardia que sonríe mientras pone la multa al coche mal aparcado, al niño de la moto trucada (más audible que visible) o al que se hace el loco y se aleja con disimulo de la plasta que su querido perro acaba de depositar delicadamente frente a un portal. Todas estas especies son bellas y únicas, si bien a mí me fascinan las pertenecientes al grupo de los motorizados. El del Seat León amarillo que perdió la audición cuando surprimo le regaló una caja de bajos tó guapa para el maletero meid in Yapán y el último CD de Las Chuches; el digno empresario de pelo cano con el móvil en la oreja que te perdona la vida desde el asiento de su Mercedes cuando le comentas que si hubiera estado atento al cruce aún conservarías los dedos de tu pie izquierdo; el novato acojonao, cuya L en la luna trasera ilumina la cara del reshulón del Seat León, que mete tercera para que todo el mundo oiga rugir su tubo de escape nuevo; el novio de la de la autoescuela, que o se porta muy bien con ella o tuvo mucha suerte con el regalito del último Kinder Sorpresa.

Y si algo tienen en común estas especies tan diferentes es el taco. El insulto, la injuria, la ofensa, el improperio, el escarnio, la mofa. Llámalo como quieras, pero acordarse de la família del desgraciado que se ha saltado el ceda siempre le ayuda a uno a llevar mejor lo del estrés. Y si bien un "questabaenrojojoputa" a pleno pulmón, por la ventanilla y con el brazo en alto es difícilmente mejorable, ahora la gente algo más tímida puede desquitarse con el Drivemocion, una superficie de LEDs que se acopla a la luna trasera y que te permite darle recuerdos a la madre que parió al de detrás. Sí, bueno, también puede mostrar caritas felices y guiños de ojo... ¿pero quién querría expresar semejantes tonterías?

El aparatejo es inalámbrico, funciona con cuatro pilas AA y cuesta 24'99£

Resulta que el otro día estaba yo por el campus cuando ví a lo lejos, tirado en el suelo, un pedacito de plástico blanco y rojo. Me acerqué y cuál fue mi sorpresa al descubrir que se trataba un Tamagotchi.

Supongo que todos (especialmente los que tengáis hijos de mi quinta) los recordaréis aunque os pillaran algo mayores. Los Tamagotchis eran unas mascotitas virtuales a las que debías alimentar cuando tenían hambre, limpiar cuando se cagaban y curar cuando se ponían enfermas. Además podías jugar con ellas, debías vigilar su alimentación y asegurarte de que hacían ejercicio regularmente para crecer sanas y fuertes. Conforme pasaba el tiempo, y dependiendo de cómo hubieras cuidado a tu Tamagotchi, éste crecía y evolucionaba a una forma u otra. El objetivo era, básicamente, que te durara el mayor tiempo posible.

Para ello se valía de una poderosa arma: el PIC, o Pitido Infernal de los Cojones. Cuando algunas de las necesidades del bicho había de ser cubierta rápidamente, se ponía a pitar como un loco sin importarle que fueran las cinco de la tarde o las tres de la mañana. Ello provocó que más de una madre pusiera a su hijo con el culo en pompa y, tras simular que sacaba un supositorio, le calmara con un "tranquilo, que no te va a doler".

El caso es que este juguete, que nació en el 96 en Japón, movió masas durante años. En tan sólo unos meses, 14 millones de personas en todo el mundo tenían su mascotita; en España se agotaron en todos los establecimientos y las listas de espera eran kilométricas. Algunos japoneses llegaron a pagar 100.000 de las antiguas pesetas por uno de estos bichitos, cuyo precio real era de 15€. Se abrieron guarderías de Tamagotchis para que los trabajadores pudieran dejarlos al cuidado de gente especializada mientras ellos se iban al curro.

¿Qué tenía este aparatejo que enganchaba a todo aquel que se atrevía a dedicarle 30 segundos de su tiempo? Yo tuve uno y estuve pendiente de él como el que más, si bien ya no recuerdo exactamente de qué iba la cosa.

Aunque en un principio la idea era cambiarle la pila y regalárselo a mi primo pequeño, he decidido hacer un experimento: el diario de un Tamagotchi. Quiero comprobar si realmente este juego requería tantísimo tiempo como decían; algunas empresas prohibieron a los empleados llevarse el Tamagotchi al trabajo dado que dedicaban más horas a cuidar a sus mascotas virtuales que a hacer sus tareas.

Así pues, el lunes lo pondré en funcionamiento. Me he impuesto una serie de reglas que habré de respetar para que esto tenga sentido:

1.- El Tamagotchi nunca saldrá a la calle conmigo. Estará en casa y, si tengo que salir, se quedará aquí y lo cuidaré cuando vuelva. Por supuesto, la universidad ni verla; tengo una reputación que mantener.

2.- Por las noches le quitaré el sonido para no despertarme cuando haga uso de su PIC; si quiere algo, ya le atenderé por la mañana.

3.- Nada de usarlo durante las comidas, me parece de un atrapismo enfermizo.

4.- En ningún momento se convertirá en el sustituto de mi querido conejo de carne y hueso; es imposible competir contra esos orejones tan adorables.


Contaré los días que tarda en morir, comentaré cómo evoluciona y qué tal se porta, y comprobaremos si la mascota realmente requiere que se le preste atención las 24 horas diarias o, por el contrario, era una mera excusa de gente a la que le era tan difícil salir de casa sin este huevo de plástico como a mí sin gallumbos.

Recuerdo que cuando era pequeño siempre estaba el típico de la clase que se lo comía todo, desde los borradores hasta las ceras, pasando por pegamento, tiza y lápices. Nosotros lo admirábamos, le tirábamos el contenido de nuestros estuches como quien tira cacahuetes a los monos y pensábamos que de mayor sería el más grande y fuerte del pueblo.

Lo de aquel sacapuntas mal masticado fue una verdadera lástima.

El caso es que recuerdo (y esto es verídico) que la madre del chaval en cuestión llamó la atención a los profesores y les dijo que si el niño tenía hambre porque ya eran casi las 12 del mediodía, lo que no podían hacer era ponerle a pegar cosas con pegamento de barra porque "es pequeño y no sabe que eso no se come".

-Pero señora, si el otro día le pillamos a las 9 de la mañana mordiendo los marcos de las puertas...

En fin, supongo que hay gente para todo. El caso es que alguna madre sufridora que no conseguía que su hijo adicto al Pritt almorzara como un niño normal y corriente decidió inventar la mantequilla en barra. ¿No te gustaba el pegamento? Pues hale, ponte a untar tostadas, machote, que ya verás qué decepción cuando les pegues un bocao y no percibas esa agradable sensación de tener la lengua adherida al paladar.

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Bueno, como podéis comprobar, ya estoy de vuelta. Los exámenes han acabado y el lunes empiezo el nuevo curso, así que vuelta a la rutina... ¡y esperemos que ello me sirva para actualizar periódicamente!

Oh, y muchas gracias a los que me desearon suerte y preguntaron por mí durante mi ausencia :)

Volvemos con Vince, el único hombre capaz de mezclar cuatro idiomas conocidos con otros procedentes de galaxias lejanas, aderezándolo todo con algún que otro sonido gutural. Una vez más sobran las palabras, este tío es un hacha.



Frases a destacar:

"Hola, soy Vince con Shamwow. Estarás desiendo 'wow' cara ves que usas este toalla"
"Sabías que en Alemaña hasen cosas buenas"
"Pueres cortar a la mitad: la usas como tapete de baño, seca tus trastes con la otra"
"El difecto no solamente estará di la parte di ariba"
"Y mira esto: es practiquemento seco"


Lo sé, no es tan bueno como el de Slapchop, pero valía la pena verlo.

La tecnología consigue, una vez más, que aparquemos de por vida otras 100 ó 200 neuroncillas sobrantes cuya tarea ahora puede desempeñarla un pedazo de plástico plateado que funciona a pilas. No les lloréis: es ley de vida.


Y ese pedazo de plástico que ha mandado a otro puñado de neuronas a la cola del INEM es el Weather Man Forecaster Clock, una estación meteorológica de las que tan de moda están desde hace un tiempecillo. Mi padre tiene una: colocas una sonda en el exterior y ésta recoge información meteorológica que envía de algún modo (no me preguntéis cuál, que yo soy de letras) al aparato situado en tu salón, pudiendo así consultar el tiempo y las predicciones. Así, si veías que se acercaba tormenta, sólo tenías que salir al balcón y comprobar si hacía fresquito para saber si coger la chaqueta o no...

¿Qué? ¿Pero qué trabajo de esclavos es ese? ¿En serio pretendes que camine hasta el balcón para después volver a caminar hasta la habitación para coger la chaqueta, y volver a caminar hasta la puerta para salir?

¿Pero estamos todos locos?



¡Nada, hombre, nada! Ahora compramos una estación meteorológica en la que sale una personita vestida para la ocasión, para que nosotros sólo tengamos que copiar su vestimenta si no queremos pasar ni frío ni calor. ¿Que el muñequito en cuestión sale con chaqueta? Ya sabes, chaquetita y a la calle. ¿Que sale en pantalón corto? Pues nos vestimos como el pequeño de los Alcántara y a disfrutar del solecito.

¿Que la sonda se jode, la pantalla LCD da problemas o el mecanismo del aparatito se vuelve loco? Pues saldremos con bufanda, gorro de lana y tabla de snowboard un 17 de julio a cagarnos en los ancestros del chino que ensambló semejante máquina infernal. Pero nos lo tendremos bien merecido.

Si alguien sigue pensando que la actividad cerebral está sobrevalorada, puede hacerse con este aparatejo en ukweathershop.co.uk por 31'42£.


PD: ahora sí, los exámenes se me echan encima, cosa que habréis notado dado el bajón de actualizaciones de esta última semana. En cuanto encuentre un ratito meteré algo, y espero que a partir del lunes o el martes que viene pueda retomar la seguidilla. ¡No me abandonéis, sólo serán 5 días!